En la Galería de los Uffizi hay algunas salas dedicadas a la pintura flamenca, que acogen obras de artistas importantes como Hans Memling, Hugo Van Der Goes y otros maestros anónimos.
A partir del siglo XV comenzaron los intercambios comerciales entre Florencia y Flandes. Muchos banqueros se trasladaron a trabajar en las principales ciudades de Flandes, como Brujas, Amberes, Gante y Bruselas, en representación de las grandes familias florentinas (sino también de Lucca).
Muchas familias florentinas encargaron obras a los artistas de Flandes. Estas obras llegaron a Florencia y tuvieron una influencia significativa en los artistas locales. Muchas de estas obras todavía se encuentran en Florencia, como el Tríptico Portinari, de Hugo Van Der Goes y la Virgen con el niño y ángeles, de Hans Memling. Sin embargo, a lo largo de los siglos, muchas se han perdido y ahora están expuestas en los museos de todo el mundo. Los intercambios fueron también directos: Michelangelo y Luca della Robbia visitaron Flandes, mientras Rogier Van Der Weyden viajó a Italia.
Los artistas flamencos y los florentinos trabajaron para buscar, a través de una nueva pintura, una mayor adherencia a la realidad. Los flamencos se centraron en la reproducción meticulosa de los detalles, los florentinos en la construcción de la perspectiva.
Los pintores florentinos se inspiraron para el uso de la luz, la construcción de la naturaleza muerta y la importancia del paisaje en el fondo de las pinturas. También la representación material de los elementos, con luces y sombras, fue muy importante para el arte del siglo XV.
No hay que olvidar que en los Uffizi también hay la sala dedicada a Rembrandt y a los Flamencos del siglo XVII, que confirma el valor de los artistas holandeses y el interés con que Florencia siempre ha mirado a su magnífico trabajo.
El comercio entre dos territorios distantes – con los medios de transporte de la época – dieron lugar a importantes encuentros culturales y artísticos, de los que todavía podemos admirar los maravillosos frutos.