El Nacimiento de Venus de Sandro Botticelli es sin duda una de las obras simbólicas de la Galería de los Uffizi y una de las pinturas más famosas en el mundo.
A esta obra, sin embargo, están relacionadas varias historias, entre la leyenda y la verdad, con la Florencia del siglo XV y la corte de los Medici como fondo.
El modelo representado como Venus es Simonetta Cattaneo Vespucci, dama noble de Génova o quizás de Porto Venere, como a muchos les ha gustado creer para enfatizar la coincidencia de los nombres.
Simonetta llegó a Florencia con su joven esposo, un primo lejano de Amerigo Vespucci, justo cuando el poder de la ciudad pasó a manos de Lorenzo el Magnífico y de su hermano Giuliano, de la familia Medici. La pareja participó en la vida de la corte, y en Florencia la belleza de Simonetta se hizo legendaria: parece que Giuliano y el mismo Botticelli se enamoraron de ella.
En 1475, en la plaza Santa Croce, tuvo lugar el “torneo de Giuliano”: está escrito que él participó porque el premio era precisamente un estandarte que representaba la bella Simonetta, hecho por Botticelli y con la inscripción La Sans Par, ‘aquella que no tiene igual’.
Simonetta es el modelo no sólo de Venus, sino de muchas otras mujeres representadas por Botticelli, quien obtuvo de ser enterrado a los pies de su musa, en la iglesia florentina de Ognissanti. El maestro de los Uffizi no es el único que ha encontrado la inspiración en la joven de cabellos dorados: Piero di Cosimo la pintó en el papel de Cleopatra, mientras que Lorenzo el Magnífico y Pulci le dedicaron unas rimas.
La joven fue una presencia tan sensacional en Florencia como fugaz: un año después del torneo del cual fue reina, falleció probablemente a causa de la tisis. La muerte no impidió al maestro Botticelli de continuar siendo inspirado por ella: la Venus y la Primavera, las dos obras maestras de los Uffizi, han sido realizadas casi diez años después de la desaparición de la mujer, pero su belleza quedó impresa en la mente del pintor, que la pintaba “de memoria”.