Renombrado artista francés del siglo XVIII, Jean Baptiste Siméon Chardin era bien conocido por sus bodegones y pinturas de género. Su estilo sofisticado y realista tuvo una influencia duradera en algunos de los principales artistas de los siglos XIX y XX, como Henri Matisse (1869-1954) y Paul Cézanne (1839-1906). Sus pinturas representaban temas simples, pero de ejecución magistral, como podemos ver en sus obras expuestas en la Galería de los Uffizi, Niño con castillo de cartas y Doncella con volante.
Se formó en los pintores franceses de escenas históricas Pierre Jacques Cazes y Noël-Nicolas Coypel (1690 – 1734), pero en su formación fueron fundamentales sus estudios individuales. De acuerdo con la biografía del Museo Getty, el pintor francés comenzó a realizar letreros para los comerciantes y los detalles para obras de otros artistas. Sabemos que en 1724 era miembro de la Academia de San Lucas en París, pero fue descubierto por Nicolas de Largillière (1656-1746), un pintor de retratos. Largillière impulsó a su entrada a la Real Academia de Pintura en 1728.
Las obras que le permitieron ser aceptado en la Academia fueron El rayo y El buffet, que muestran su típica representación realista y le valieron el apodo de "pintor de animales y frutas". Desde aquí Chardin desarrolló aún más su capacidad de reproducir las naturalezas muertas y empezó a apasionarse a las escenas de género. Su reputación le llevó a recibir encargos lucrativos, y también una pensión por el rey Luis XV (1710-1774). Su trabajo estaba en constante evolución, desde las simples naturalezas muertas hasta las detalladas representaciones de la vida cotidiana en la sociedad francesa.
Después de 1770, Chardin empezó a perder la vista, pero siguió evolucionando como artista y encontró la pintura en colores pastel. Dijo al respecto "Utilizamos colores, pero pintamos con los sentimientos"; por él sus naturalezas muertas tenían una vida propia. Como escribió el novelista Marcel Proust (1871-1922), "Hemos aprendido de Chardin que una pera es viva como una mujer, que una pieza ordinaria de cerámica es hermosa como una piedra preciosa". En cuanto al artista, Proust también escribió que "La vida cotidiana te encantará, una vez que habrás absorbido las pinturas de Chardin en unos pocos días, como una lección. Después de comprender la vida de sus pinturas, habrás descubierto la belleza de la vida".